Carlos, Rey Emperador

El nuevo rey de Castilla pisa por primera vez los dominios de su abuela Isabel y no le espera el mejor de los recibimientos.

El séquito de consejeros que acompaña a Carlos parece haber venido a la Península con el único propósito de saquear sus riquezas y repartirse los cargos, para a continuación regresar a Flandes.

La relación entre Carlos y Germana va a dar un fruto inesperado. El entorno del rey desea aprovechar el embrollo para librarse de la reina viuda, pero Carlos se resiste a cortar la relación y apartarla de la corte.

Mientras Cortés llega a tierra firme, en la actual costa mexicana, toda la Europa cristiana está pendiente del Sacro Imperio Romano. La elección para suceder al fallecido emperador Maximiliano se complica aún más de lo previsto.

La atención de Carlos y de sus consejeros se centra en su próxima coronación como emperador del Sacro Imperio. Sin embargo, en Castilla ha prendido la mecha de la revuelta contra él y clama por extenderla a todos sus dominios españoles.

Tras el amargo trance conocido como "La noche triste", Hernán Cortés ha logrado someter a los mexicas.

El cardenal Adriano, mentor y preceptor de Carlos, es elegido papa para sorpresa de todos, incluido el flamante pontífice. Con él a la cabeza de la iglesia de Roma, Carlos considera que contará por fin con el apoyo incondicional de la Santa Sede.

A pesar del triunfo de haber derrotado a Francisco en Pavía, tener preso al rey de Francia representa un conflicto para Carlos. ¿Qué debe hacer: ser clemente y negociar o aplastar a su máximo y obstinado enemigo, ahora que tiene la oportunidad?

La muerte de la hermana del emperador obliga al luto e impide la ceremonia de la boda entre Carlos e Isabel. Sin embargo, Carlos decide no hacer público el fallecimiento para permitir el enlace. Durante su luna de miel, el imperio se verá amenazado.

El saqueo de Roma por las tropas imperiales provoca un enorme desprestigio a Carlos. A pesar de ello, el emperador decide mantener al Papa aislado y sitiado.

El Papa corona por fin a Carlos. Con ello, Gattinara ve cumplido su sueño. Sin embargo, la trascendencia del hecho conlleva más obligaciones para el emperador: Su Santidad lo insta a resolver de una vez por todas el problema protestante.

Carlos regresa a España convencido de que su misión como emperador ha de tener más altas miras que nunca. Sin embargo, un grave accidente le recuerda la realidad: su paso por la historia puede ser más efímero de lo que pensaba.

Carlos, victorioso en Túnez, denuncia airadamente en Roma los pactos entre Francia y el turco, sin que ello le reporte el apoyo del papa contra Francisco.

Carlos regresa derrotado de la aventura que emprendió en Argel en memoria de su añorada esposa. Molesto por los hábitos de vida que su hijo ha adquirido, decide ocuparse personalmente de la educación de su heredero.

Fernando hace lo imposible por que no salgan a la luz las aventuras de su hijo Maximiliano con los enemigos del Imperio. Pero las decisiones de Carlos aumentan el descontento de esa rama de los Habsburgo.

Carlos, al verse incapaz de dirigir a sus hombres en Metz, cree que su fin se acerca. Sin embargo, no quiere que el final de su gobierno lo fije la muerte. Inspirado una vez más por Carlomagno, sorprende a propios y extraños con su abdicación.

Felipe combate contra los franceses y los derrota en la batalla de San Quintín. Carlos, ya muy deteriorado de salud, conoce a su nieto, el joven Carlos; pero este le causa tan mala impresión que se interesa en su bastardo, el futuro Juan de Austria.